En Vigo, esa ciudad administrativa y laboralmente parada, la pintura se expande.
Ante la dificultad para acceder, de nuevo, a los circuitos artísticos de los que Amando formó parte desde el principio como artista plástico que inicia su andadura, ininterrumpida, en los años setenta junto al grupo de artistas que posteriormente constituyeron Atlántica (movimiento artístico en el que sin embargo, Amando, no estuvo incluido) ha decidido salir con la pintura a la calle; a los espacios privados abiertos al público en los que él hace vida común y en común.
Rostro del paisaje, II 2009. Acrílicos sobre tela. 114 x 114 cm.
Ocupar el espacio en el que uno habita con la forma en la que lo habita, esa es la propuesta de Amando, que ha optado, al final, por el camino del principio, el más radical y el menos amable, porque no es un pintor amable, Amando. Sus últimos cuadros, que tienen ya más de treinta años de profesión, en el bastidor, son duros y negros enrejados, cada vez más prietos. Ya sabemos: “La reja del lenguaje” (ese poema de Paul Celan y esa estructura básica que según Lacan nos dota de identidad, alejándonos para siempre y continuamente de lo real). Pero en todos ellos, en todo ese entramado y enrejado de pintura en el que Amando trata de autorretratarse, en esa visión y en esa historia, tan poco ventilada como lo está nuestra historia más reciente, permanece siempre encendido un resplandor verdecente sea del color que sea que pinte el verde Amando.
CULTURE WORKERS
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