21 oct 2010

Oroza el Atlántico en la bahía de Vigo

Carlos Oroza ( Viveiro, 1923) fotografía: ©Amando, 2009


Es cuando la luz aclara esta ciudad que el día comienza a orozar los paseos de labor poética y se regala, sólo entonces, la palabra nunca escrita del poeta que atentamente transita sus aceras. De Carlos Oroza, sólo poeta, hablo.
Orozando las horas luminosas Carlos, en promiscua compañía consigo mismo, camina cual obra giacomettiana en pos de aquel poema que él sabe está ahí esperando la mirada atenta, siempre alerta de este pertinaz sordo a todo aquello que no tensa la utopía. Él intuye que “En el Norte hay un mar que es más alto que el cielo”, y que es mucho más eficaz decirlo que escribirlo. Mas que escribir, él recita. Carlos Oroza camina los sueños de una ciudad laboriosa orozando sus imágenes en palabras engarzadas de tal manera que al pronunciarlas le permitan respirar. Espera, caminando, aquella precisa palabra brillante y dorada de Atlánticos y Calvarios y Guías y Alamedas y Dársenas; construyendo su verso con las palabras justas pues en ésto, tal vez sin él saberlo, coincide con Edmond Jabés: “No escribir de forma justa es dar un pensamiento muerto; es parir un hijo nacido muerto”. Horas, pues regaladas como manzanas esplendorosas son las de Carlos Oroza recitando. Paseos de felicidad desesperada en la estela de este orozar sinuoso los matices que definen ésta y no otra ciudad que él escucha para atenderla, tenderla, amarla, y dar entonces el sonido de la palabra que la eleva. Sólo Carlos mira desde el don y no desde el contrato (mucho me temo que alquilada es la silla en que se sienta).
Salir, asomarse a la bahía de Vigo es, desde ya, orozar los sueños del que entiende secretamente —a la manera de Conrad—, que los días no mueren, se van para siempre, y a nadie pertenecen. Las palabras vuelan, suenan... y él, poeta a tiempo completo, sabe que más vale una sonando; y, mucho más importante aún: sabe también que sólo es posible no-saber después, y no antes, del saber, ya que desde esta desposesión las palabras son siempre inaugurales. Sus versos justamente tensados se construyen desde la atenta escucha que es su orozar esta ciudad bajo la luz solar. Desde el último verso, de su último poemario publicado, tan sólo nos solicita: “Tenme con tu frente y forma un ave continua”. Concedido, amigo Carlos. Vigo siempre, desde ti y por ti, orozando un paseo luminoso.

Amando
Texto publicado en Atlántico diario, pág. 4, el lunes, 14 de octubre de 2002.

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