31 mar 2020

Amando, pintar bajo el cielo del agua (Alfonso Pexegueiro, 1993)

Tiempo. Duda. Sombras húmedas de la memoria. Sombras de niebla. Agua. Realidad. Y un sueño. Por las montañas y el verde descienden los miedos al valle en azules, rojos, amarillos, ocres… Regresa el paisaje a la memoria.

Amando forma parte de la pintura gallega más actual. Y quizás le haya venido bien mantenerse apartado del buscado ruido de la fama, o del éxito comercial. A veces la soledad, el silencio y la duda van cediendo a nuestra obra una fuerza, una serenidad y una perspectiva o visión que de otra forma no alcanzaríamos , ya que estaríamos atrapados entre el ruido confuso de las cosas y no captaríamos su silencio. Y en vez de acercar las cosas hasta nuestro mundo interior y descubrir sus juegos de lenguaje, seríamos nosotros los que permaneceríamos debajo de ellas (pisados), sucumbiendo humillados ante la representación vacía y obligada de lo superfluo: que es quien pone el precio.

Terras do Avia 1991
 acrílicos sobre tela, 162 x 130 cm
Guiados por la prisa y por las exigencias del mercado más que por la reflexión y el contenido, padecemos un exceso de superficialidad diseñada por ese concepto de utilidad impuesto por el poder o por su chambelán la fama. Prevalece la razón de lo útil frente al valor de lo esencial. Nos creemos que el hombre se juega su futuro en la economía (bienes económicos) o en los absurdos campos de batalla, enarbolando cifras económicas o de muertos y enseñas como banderas, idiomas o patrias que no son más que disculpas (débiles disculpas de inteligencias suficientes) para seguir estrangulando al hombre, retrasar el desarrollo del pensamiento y seguir acumulando datos estadísticos sin más valor que el utilitarismo brutal y sucio del desprecio de los unos por los otros. Pocos se dan cuenta, sin embargo, que es en el lenguaje en donde el hombre se juega su futuro como ser humano. Y que es quizás, ahí donde está nuestra tarea: ¡redescubrir el lenguaje de las cosas!

Por fortuna para Amando, y quizás para su obra, él no figura en esa vorágine de idas y venidas de precios y superficies especulativas. En la Alameda de Vigo, en un tercer piso que da a los magnolias, sigue recordando lo perdido e inventando el futuro a través del trazo y del color: lo olvidado, lo universal del lenguaje y del hombre. Como un proceso biológico más  que cultural-tecnológico (aunque enriquecido por ambos), Amando ha sido fiel al Arte y a su arte. Hoy su obra es una de las manifestaciones más sinceras y sensibles de nuestro arte actual.

Desde las Barandillas o Pasamanos, como dibujos insinuados sobre la tela o las mimosas, hasta Caminos al océano, Amando se ha marcado una continuidad pictórica tan sugerente como dura. Repatriado al silencio en su propia ciudad, ha ido construyendo una pintura sólida basada en la recuperación de la memoria más oculta, identificándonos con el paisaje más olvidado y recordándonos tiempos de soñar.

A través de la insinuación, o del gesto reflexivo (o esa recomposición imprevisible que el olvido impone a la sedimentación de los saberes, de las culturas, de las creencias que uno ha atravesado, de la que habla Roland Barthes), Amando sostiene en sus últimos cuadros una lucha bajo el agua por sobrevivir. Sus tazas, sus troncos, sus reflejos, su vida se sumerge y crea la ciudad del mar en donde todo tiene vida de silencio, y allí permanece a la espera como la aleja (o cercana) Ciudad de Is. Allí está su Roucos, su mito y su poesía. Con dificultades para surgir entre el mundo de lo visible ((o lo exterior), Amando surca bajo el agua tierras nuevas y nuevos tiempos. De lenguaje, allí crea y recrea con cierta serenidad cezanniana un mundo de montañas, iglesias, roturas, cafés y sueños sumergidos. Como un campesino bajo el mar. Bajo el cielo del mar.

Sus montañas y sus océanos dejan atrás la tragedia del color envuelta en vacas, celos, cuchillos, frutas, hombres, mujeres y troncos talados, para volver a la serenidad de las Mimosas, como una pareja de cisnes irlandeses que regresasen a su origen celta. Como ese mito de amor (sueño perdido de la memoria) que recorre no solo los caminos de Irlanda, Galicia o Bretaña, sino todos los caminos del mundo. No estamos en el mundo, escribió Rimbaud, la verdadera vida está ausente. Amando nos ayuda a recuperarla o a intuirla construyendo, transformando, desnudando el lenguaje allí donde otros remiendan, apuntalan, ocultan, enmascaran, embrutecen.

__ Alfonso Pexegueiro, 1993

texto para el catálogo: Amando. Castillo de Soutomaior - Pontevedra 1993

30 mar 2020

Te diría...


Te diría... (1986)

acrílicos s/tela 114 x 89 cm

col. particular: A. P. - Ponteareas Pontevedra